viernes, 12 de febrero de 2010

Para,que escueze .



El miedo nos ahoga, el miedo nos aisla, el miedo nos ciega y nos hace sufrir. Pero, ¿por qué existe el miedo?
Posiblemente esté éste afectado por al ley de la causalidad, la que manifiesta una visión del mundo a partir de la causa-efecto. Si lo enfocamos de ese modo, podemos deducir que el miedo es sin duda un efecto, un producto.
Reflexionemos, adentrémonos en nosotros mismos y examinemos algún ejemplo, una situación en la que hayamos podido sentir ese ahogo, ese velo que anula nuestro sentido común a modo de barrera privándonos de elaborar una idea o una acción clara y distinta. ¿No es a caso el miedo un ejército, un batallón que envía nuestra mente después de haber sufrido algún dolor; ya sea físico o en la mayoría de los casos anímico?
...Y cuando el miedo se convierte en un hábito, pocas cosas peores deben existir. Pocos martirios y castigos para el pensamiento son tan duros como éste.
Tenemos miedo al dolor, y como el miedo nos enceguece muchas veces no llegamos o se nos hace imposible encontrar la causa e incluso sacar en claro conclusión o manera de afrontarlo alguna. Estoy convencida de que el miedo no atrae más que a lo que se teme. Al igual que una persona que teme a los perros, será posiblemente olida y perseguida por un perro.
En lo que al camino de la vida se refiere, las personas dominadas por algún miedo, ya sea consciente o inconscientemente (en el mayor de los casos no se quiere reconocer) atraen ese mismo dolor del que huyen, en situaciones distintas, con personas distintas.Al fin y al cabo, ese miedo hace que lo busquemos, que lo atraigamos hacia nosotros.
Puede sonar complicado pero tal vez no lo sea tanto, o es que no sé expresarlo con claridad, o que mis ideas no están del todo siguiendo un orden concreto.
A lo que iba, el mismo miedo que tenemos (por una situación que nos hizo mucho daño, que nos provocó tanto sufrimiento...) crea una barrera, una especie de sistema inmunitario al dolor (o eso creemos) fuerte o a veces no tan fuerte como queremos que parezca. Todo esto nos ciega, lo digo de nuevo. Pero sin quererlo, sin darnos cuenta, en cada situación de nuestra vida (ya haya sido difícil o no, relevante o pasajera) buscamos inconscientemente relación con el dolor anterior que subyace a la cola del batallón, dando fuertes pero imprecisas órdenes a los soldados del miedo, aparentemente firmes, decididos, pero realmente indecisos, vacíos y de corazones congelados.

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